La vida oculta del Museo de Albacete

Todavía quedan personas en Albacete que recuerdan el lago artificial que había en el Parque. Sobre aquella memoria urbanística de principios del siglo XX se levantó hace cuarenta y siete años una de las grandes instituciones culturales de la comunidad: el Museo de Albacete.
En el interior del edificio es día de inauguración. Se abre al público una de las grandes exposiciones temporales del año, La Loza de Hellín. Brillo y color.
El consejero de Educación, Cultura y Deportes, Amador Pastor, atiende a los medios de comunicación. Tras las palabras, los invitados recorren una a una las 110 cerámicas esmaltadas y un torno de alfarero que conforman una muestra inédita que ha tardado dos años en hacerse realidad. Como todo lo imprescindible en esta vida, detrás del resplandor siempre subyace una labor silenciosa. Más allá de los focos de última hora, el Museo de Albacete tiene una vida oculta, un día a día de trabajo, que hemos querido conocer de cerca.

Enfocamos la lente hacia la loza hellinera, la gran novedad para estos meses en el Museo. El comisario de la exposición, Pascual Clemente, cuenta la motivación: “Presentar la historia de las producciones cerámicas esmaltadas de los alfares de Hellín desde el siglo XVI hasta el XIX dentro del panorama cerámico español. Son unas lozas muy desconocidas por el público”.
Unas semanas antes de la apertura, mientras instalaba las piezas en sus vitrinas, el Técnico Superior de Museos contaba para nuestros lectores que, desde el principio, la Fundación Impulsa, auspiciada por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, decidió apostar por la muestra.
Amplía la información: “En 2009 se publicó la primera monografía titulada La loza esmaltada hellinera: una gran desconocida en la cerámica española por Abraham Rubio Celada y Francisco Javier López Precioso; supuso un antes y un después sobre el conocimiento de estas producciones cerámicas esmaltadas del surestes peninsular”. Y confirma un hecho histórico del que apenas se había hablado: “Hellín fue el centro de mayor importancia a lo largo de la Edad Moderna del Reino de Murcia.
En 1786 se conoce por la documentación que producían al año medio millón de piezas. Esta cantidad es sintomática de la existencia de una producción que no solamente cubría las necesidades de un mercado local, sino que también estaba presente en las poblaciones del Reino de Murcia, e incluso se comercializó en otros reinos, como Valencia o Toledo“.
Barro antiguo
Pero todo no ha sido llegar y colocar las piezas. Clemente ha investigado durante años este asunto. Ha conseguido el préstamo temporal de los objetos que se exhiben y ha diseñado, paso a paso, los distintos ámbitos que componen la exposición. La ciencia histórica es así. Como la propia cerámica. Se cuece con lentitud y paciencia. Así es también la biografía del Museo de Albacete. Más de cien años de vida, un barro antiguo con una cocción muy especial.
La Verdad de Albacete contaba en 1978 lo que sigue: “Fantástico, maravilloso. Eran palabras que llegaban hasta los informadores a través de la muralla humana que rodeaba a doña Sofía. Recorrido por el Museo que duró dos horas; los primeros treinta minutos para contemplar la donación de Benjamín Palencia. El pintor de Barrax, traje oscuro y corbata blanca, se limpiaría una lágrima. Palencia se extendió en explicaciones; habló a fondo de su pintura, deteniéndose ante cada cuadro”.

Aquel día 10 de noviembre que relata la crónica, la Reina inauguró el Museo de Albacete en su ubicación actual, el Parque de Abelardo Sánchez, sobre los terrenos que ocupó el añorado estanque. Y aunque este es un hito simbólico, en realidad, la vida del Museo había dado un paso importante unas décadas antes, en 1927 y en otro lugar de la ciudad, el Palacio de la Diputación Provincial de Albacete.
De nuevo, recurrimos a la prensa para caminar en el contexto. En diciembre de aquel año, El Diario de Albacete contaba: “Parece ser cosa acordada la ampliación del local del museo de la Comisión de Monumentos. La reforma era necesaria, en primer lugar, para dar a aquel colector general verdadero aspecto de Museo, y en segundo para que aparezcan, con la debida separación y diferente trato que su estirpe artística o histórica merezcan, lo ya consagrado que pertenece a la historia o al arte y lo que todavía no ha pasado por el fielato de una censura autorizada”.
Casi cien años después, la vida del Museo va más allá de la “minucia” de albergar obras de artes y “antiguallas”.
De vuelta a 2025, nos habla Blanca Gamo, la directora del Museo. Dice la profesional sobre las labores diarias: “Se hace una parte importante que es custodia, guarda, catalogación y ordenación de fondos y colecciones. Otra parte importante es la investigación de esas colecciones. Habitualmente, facilitamos el servicio a investigadores que quieren saber o trabajar sobre algún aspecto concreto de piezas que están en este museo, ya sean piezas arqueológicas, cuadros, cerámica popular o documentación, por poner un ejemplo”.
Y prosigue Gamo: “También publicamos nuestros propios trabajos de investigación, nos encargamos de incrementar las colecciones y luego se hace mucha labor de conservación de fondos y, puntualmente, restauración”.
Para comprender la magnitud del Museo de Albacete, apenas un par de datos que hablan por sí solos: 26.141 piezas catalogadas, de las cuáles solo el 8% están expuestas al público en sala. Etnografía, arte y arqueología. Las tres patas de un espacio cultural por el que pasan al año miles de personas.
Otra cifra que nos mide las hechuras de la institución: en el año 2024 hasta 8.357 personas recibieron una visita guiada o participaron en los talleres impartidos desde el Departamento de difusión y didáctica del Museo. Un público principalmente conformado por niños.

El técnico de difusión y didáctica y maestro en activo, Leopoldo Gómez y el maestro jubilado y voluntario cultural de la Asociación de Amigos del Museo, José Javier Peinado, son los encargados de desarrollar estas iniciativas. Explican a nuestros lectores que las actividades “tienen mucha aceptación”. A principios de curso o de año se manda la información a los centros educativos y en poco tiempo, tienen completa la agenda. Los talleres más solicitados son los relacionados con la arqueología como cerámica prehistórica, mosaicos romanos o el juego en tiempos romanos. “Tratamos de hacer las actividades de forma amena, con un componente lúdico”, asegura Gómez.
Hace cuatro años se recuperó este departamento, cerrado en tiempos de recortes en Castilla-La Mancha, recuerda Leopoldo y considera que “es fundamental conocer el patrimonio de nuestra provincia para poder valorar, que los niños lo vayan conociendo nos ayudará a que luego sean adultos que lo sepan apreciar”. En la infancia está la base de cualquier vocación. ¿Quién sabe si entre los chiquillos y chiquillas que visitan el museo hay futuros especialistas? Tal vez como los excelentes profesionales que han completado con éxito el nuevo ciclo de Los Martes en el Museo, este año dedicado a la Arqueología en Albacete, nuevas perspectivas y avances en la investigación. Una verdadera retrospectiva sobre la candente labor arqueológica que se desarrolla actualmente en la provincia.
Aunque semanalmente se han ido exponiendo los proyectos en marcha ante un auditorio curioso, quien no haya podido asistir, puede ver las ponencias a través de la página de Youtube de la Asociación de Amigos del Museo de Albacete.
Esta es una de las facilidades que ha puesto la Asociación en la organización de este evento con solera. Nos aclara algo más Llanos Giménez, la presidenta de este colectivo desde enero de 1990, cuando empezó a funcionar. “Somos un elemento de ayuda, difusión y promoción de las actividades que se hacen en el museo y de la propia difusión del patrimonio que atesora”, relata sobre la razón de ser de la asociación.

Con 983 socios, los amigos del Museo de Albacete cooperan con la institución siempre que pueden, incluso a la hora de adquirir nuevas piezas para completar las colecciones, “somos un tándem, tenemos que ir de la mano del museo y ayudar en todo lo que esté a nuestro alcance” y opina Llanos que “personalmente creo que el museo está infrafinanciado”. La Asociación que preside Giménez está dentro de la Federación nacional y es frecuente que organicen viajes para conocer otras realidades y colecciones museísticas de las que pueden surgir nuevas ideas.
El año que viene se celebrará el 25 aniversario del ciclo de conferencias, una fecha redonda con la que conmemorar un trabajo callado y persistente, el de la Asociación de Amigos del Museo de Albacete que también impulsa y participa en el evento de los domingos: 'Conciertos para el patrimonio', una forma de disfrutar de la música y el arte con explicaciones de los especialistas y conciertos de los alumnos del Conservatorio Superior de Música de Castilla-La Mancha. Llanos Giménez es una convencida sobre la importancia del museo: “Es el custodio de la memoria colectiva, guarda la memoria material de lo que ha sido Albacete y, por consecuencia, de lo que somos; es necesario que cale la idea de que esto es patrimonio común y de una manera o de otra, nos compete a todos”.
Hoy existe mayor conciencia y mayor sensibilidad, pero no siempre fue así.
Orígenes
Del ahora nos marchamos al ayer en solo una palabra. “Hasta hace pocos años, en Albacete apenas si había quien se ocupara de estas cosas, hasta el punto de que desapareció, sin que nadie se cuidara de buscarlo, lo mejor que había en el antiguo saloncito de la Comisión de Monumentos de la Diputación.
La célebre 'bicha' de Balazote, que hoy tiene puesto de honor en su museo madrileño, era lo más apreciable que teníamos en materia de arte, y cual si fuera un perro mastín, estaba colocada detrás de las verjas del vestíbulo de la Diputación, sirviendo a todas horas de cabalgadura a chiquillería del barrio o para que se limpiaran los diputados el barro de los zapatos“.
El museo original del que hablaba esta crónica, había comenzado su andadura hacia 1876, de la mano de la Comisión Provincial de Monumentos, pero sus primeros años fueron inciertos. Rubí Sanz Gamo, la penúltima directora del Museo de Albacete, exconsejera de Cultura y exdirectora del Museo Arqueológico Nacional, investigó sobre los cimientos de la institución a la que ha dedicado su vida.
Según escribió, hasta 1887 se hizo recogida de noticias y objetos. En 1894, uno de los miembros de la comisión, Roa y Erostarbe, “lamentaba su disolución y el saqueo y pérdida de parte de la colección”. Hasta 1927, como hemos contado, el Museo no tuvo cierta entidad palpable.
Aquellas primeras instalaciones estaban organizadas por Joaquín Sánchez Jiménez, quien fue sucesivamente ayudante, conservador y director del Museo de Albacete desde 1927 hasta su muerte en 1962. Le siguió en el puesto Samuel de los Santos Gallego, que falleció en 1983. Tomó el relevo Rubí Sanz Gamo hasta su jubilación en 2022.

Sobre la inauguración de 1978, la arqueóloga narró con expresividad la situación: “Ese año tan simbólico para España también lo ha sido para el Museo de Albacete: pasó de ser un almacén de objetos arqueológicos – algunos expuestos en unas exiguas salas – a un lugar que plenamente podía ejecutar las funciones encomendadas a los museos, pues aunaba capacidades especiales para la adquisición, la conservación y la exhibición de bienes de arte, de arqueología o de etnografía”. Desde 1984, la gestión del museo corresponde a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.
Siglo y medio después de estos lejanos inicios, regresamos al presente. Mientras los espectadores y las autoridades recorren la exposición sobre la loza de Hellín, en la salas reservadas para investigadores, varios arqueólogos llegados de Granada fotografían en 3D cerámicas griegas con un equipamiento de alta tecnología.

Hace no tantos días, otro investigador de Valencia tomaba muestras de hueso para una iniciativa científica relacionada con la vida en la Edad del Bronce y una investigadora catalogaba piezas del Tolmo de Minateda para un proyecto del Ministerio de Cultura.
En algunas ocasiones, también se utilizan los talleres de restauración para tratar obras que lo necesitan, como paso necesario para su conservación y previo a su exhibición pública.


Esta es la vibrante, pero oculta, vida del Museo cuando nadie mira. Porque no hay día en que no se haga una gestión, se contestan decenas de peticiones, ingresen materiales procedentes de los trabajos arqueológicos o se acompañe a un objeto de la colección que es prestado temporalmente a otro museo.
La última ha sido la pintura mural romana donde se representa un púgil. Con las piezas suele viajar, para su custodia y correcto tratamiento, la directora del museo, Blanca Gamo. Mientras pasemos por las instalaciones, escuchamos: “Nunca vamos a rivalizar ni con el teatro, ni con el cine, ni con el fútbol, ni con un concierto en la calle, no es nuestro objetivo”, admite Gamo.
Lo primordial es seguir con los niveles de calidad y de buena atención a la ciudadanía. Al fin y al cabo, solo son ciento cincuenta años de vida. Apenas un suspiro en el largo proceso de la historia.

Blanca, autora de una completísima tesis doctoral sobre los orígenes de la investigación arqueológica en Albacete, nos sitúa sobre la soledad de la que venimos: “En 1844 mandaron hacer el primer cuestionario o interrogatorio sobre monumentos; al año siguiente se publicó la memoria, si lees la parte de Albacete es que te dan ganas de llorar porque el jefe político, lo que vendría a ser el gobernador civil, dice que no hay nada, salvo un castillo en Yeste, que es antiguo pero que no vale nada, pero el castillo de Chinchilla existía, el castillo de Almansa existía, las iglesias y los conventos existían, quiero decirte que eran cosas muy evidentes que interesaban poco o nada”.
En 2025, comenta la directora “la gente está interesada por la arqueología y saber cosas de su lugar”. Pero reitera que “aún existe un prejuicio de que los museos solo son para la élite intelectual y no es así; a quien no le gusta piensa que hay cosas viejas, que está sobre un estanque del parque y que cuesta mucho para lo que es”.
El Museo de Albacete es un equipo, “exiguo” según los profesionales, compuesto de técnicos, ordenanzas, administrativos, personal de limpieza, vigilantes de seguridad y voluntarios que todos los días abren las puertas de sus instalaciones para ofrecer a la ciudadanía algo tan profundo y valioso como son nuestras propias raíces arqueológicas, etnográficas, artísticas.

Pascual Clemente ha terminado de explicar la exposición sobre la loza hellinera. Él sabe el trabajo previo de documentación, conservación e investigación que ha empleado.
Pero, por fin, la muestra ya está abierta al público y podrá ser visitada hasta el 31 de agosto. Antes de terminar este reportaje, le hacemos una última pregunta a Blanca Gamo y nos responde sobre la vocación última de esta institución: “La labor social del Museo”. Y que la sociedad lo sepa, por eso lo hemos contado.
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