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El Supremo confirma siete años de cárcel a un hombre que esclavizó sexualmente a una trabajadora del hogar

Los mensajes que el acusado envió a la víctima han servido para condenarle

Alberto Pozas

8 de junio de 2025 22:22 h

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El Tribunal Supremo ha confirmado la condena de siete años de cárcel impuesta a un hombre que, durante varios días, abusó sexualmente de una mujer que trabajaba para él, sin contrato, como empleada doméstica en su casa de Madrid. El acusado intentó hacer creer a la Policía y a los jueces que, en realidad, eran pareja y todo era una venganza, pero la sentencia refleja la realidad: abusó sexualmente varias veces de ella con la amenaza de quedarse en la calle y sin dinero. “Recuerda, yo soy español y tú eres una negra inmigrante”, llegó a decir a la víctima para evitar que le denunciara. No era la primera vez: unos meses antes había sido detenido por abusos sexuales, según contaron los testigos, a otra mujer migrante que trabajaba como interna en su casa.

Los hechos se remontan a mayo de 2019. Una mujer sale corriendo de un edificio, descalza y “muy nerviosa” y cuenta a una vecina que lleva varias semanas siendo sometida a abusos sexuales por parte del hombre que la contrató verbalmente para ser trabajadora del hogar. El acusado intenta hacer creer a los agentes que, en realidad, son pareja y han tenido una disputa irrelevante, pero no es capaz de aportar ninguna prueba. Los testigos y los agentes saben que no es la primera vez que se le acusa de algo así y arranca un proceso judicial por abusos sexuales que acaba de culminar con una condena firme de siete años de cárcel para él.

El relato de la víctima, que avala no solo su declaración sino los mensajes y grabaciones que aportó, explica que conoció a su agresor en abril de 2019 y empezó a trabajar para él como empleada doméstica pocos días después. Una mujer peruana con hijos que se ofrecía en Milanuncios como trabajadora del hogar. Los primeros abusos, tocamientos y comentarios sexuales empezaron al poco tiempo: “Qué rica estás”, dijo el agresor a la víctima mientras ella le servía la comida. Fue el primero de muchos episodios de abuso sexual contra ella aludiendo siempre a que ella, mujer migrante, no tenía ningún poder contra él.

El miedo y la necesidad de mantener el trabajo llevaron a la mujer a someterse a los abusos, tocamientos y comentarios. El hombre, según explican los jueces, “aprovechó” su precaria situación en su beneficio: su situación ilegal en España y “temiendo perder el trabajo”. Llegó a quitarle el móvil y el pasaporte y cuando un día ella exigió respeto él contestó por mensaje: “Nadie te va a creer si me denuncias, eres negra e inmigrante ilegal y yo español. No vas a salir de este lugar”. El sadismo brotó durante un viaje a Málaga: “Verte llorar y bailar al mismo tiempo me excita”.

La mujer consiguió escapar de la casa después de un forcejeo y fue acogida en la calle por una vecina hasta que llegó la Policía. Semidesnuda y “muy nerviosa”, según explicaron después los agentes, relató lo que había pasado. Esta vecina dijo entonces algo que los policías pudieron comprobar consultando sus bases de datos: la Policía ya había ido a la misma casa para detener al mismo hombre “por hechos de la misma naturaleza con respecto a una persona extranjera que trabajaba como interna”. Sucedió en septiembre de 2018, medio año antes de este nuevo abuso sexual. Los jueces no explican si ese primer episodio también acabó en condena.

“No existe ninguna contradicción”

El Tribunal Supremo ha optado por confirmar la condena que le impusieron tanto la Audiencia Provincial de Madrid como el Tribunal Superior de Justicia: siete años de cárcel por abusos sexuales y una multa por lesiones. Quedan enterradas de forma definitiva las múltiples versiones que el acusado fue dando desde su detención. Primero intentó hacer creer a los policías, en comisaría, que en realidad eran pareja y que era una disputa habitual. Los agentes le pidieron pruebas y dijo que no se acordaba del código de desbloqueo del móvil y que, por tanto, no podía aportar mensajes para probarlo.

Llegó incluso a afirmar delante de los jueces que en realidad fue él quien llamó a la Policía y que la detenida había sido ella. También que no había contactado con ella por un anuncio de trabajo, sino que se habían encontrado por casualidad. Además de cumplir siete años y un mes de cárcel por el delito de abuso sexual y pagar una multa de 540 euros por el delito leve de lesiones, tendrá que indemnizar a la víctima con más de 8.000 euros por las secuelas y los daños morales.

Frente a las versiones dispares y falsas del acusado para defenderse, el Supremo explica que la declaración de la víctima ha sido “constante y coherente” desde que habló por primera vez con la Policía Nacional en la puerta de la casa. “No existe ninguna contradicción”, dice la Sala de lo Penal. Los magistrados del tribunal madrileño que juzgaron el caso pudieron comprobar en directo “la clara afectación emotiva” que le provocó tener que relatar, por cuarta vez el infierno que había pasado.

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