Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
El escándalo Cerdán se cobra un nuevo cese con el PSOE en la “psicosis colectiva”
El engaño a un mutualista en un hospital privado: 6.600 euros para quitar un tumor
Opinión - Del escándalo a la oportunidad política. Por Alberto Garzón Espinosa
Entrevista

Danny Boyle regresa a los zombies con '28 años después': “La paciencia de la gente se ha agotado”

Danny Boyle, en el centro, junto a los protagonistas de '28 años después', Aaron Taylor-Johnson y Jodie Comer

Javier Zurro

17 de junio de 2025 22:37 h

3

Danny Boyle revolucionó el género de los zombis con 28 días después en 2002. Los llamaba infectados, pero la esencia era la misma que la de los muertos vivientes. En el filme que dirigió —con guion de Alex Garland— era un virus lo que contagiaba a la gente que, automáticamente, se convertía en un zombi. Pero con una peculiaridad. Mientras que en las películas de George A. Romero los muertos iban arrastrándose, se movían de forma lenta y eran fácilmente esquivables, en la versión de Garland y Boyle los infectados tenían un arrebato furioso que los hacía moverse a gran velocidad.

Esa fue una de las grandes revoluciones de su propuesta. La otra estaba en la forma de rodar aquello. Boyle, siempre pendiente de las revoluciones tecnológicas, grabó el filme con cámaras digitales que otorgaban un aspecto realista e incluso casero a la epopeya del personaje interpretado por Cillian Murphy. Había algo en su textura, en su cámara nerviosa y agitada que hacía que el terror se sintiera más cerca.

Uno identificaba aquellas imágenes con las que podía haber grabado en una situación parecida. A eso se sumaron escenas tan icónicas como la de un Londres arrasado y vacío y el resultado fue una de las películas más influyentes del cine de terror las últimas décadas. 28 días después puso de moda a los zombis de nuevo y lo explotó en una secuela (28 semanas después, 2007) dirigida por el español Juan Carlos Fresnadillo. Ambas películas planteaban un Reino Unido sitiado para contener el virus. La única forma era encerrar a todo un país dentro de sus fronteras.

Nadie podía esperar que años después una pandemia global hiciera que esa imagen de un país sitiado y aislado se convirtiera en realidad. Quién sabe si fue la pandemia el evento que impulso que Garland y Boyle unieran fuerzas de nuevo para una nueva entrega, que se estrena este viernes y que abre una nueva trilogía que comienza con 28 años después. Un filme en el que la metáfora política es más evidente. Uno puede ver, por supuesto, las heridas de la COVID, pero también el miedo al diferente y cómo las comunidades levantan fronteras para no permitir que nadie entre. También hay una diferencia respecto a lo tecnológico: si entonces eran cámaras digitales, ahora han sido iPhones los que se han usado para lograr una calidad que, siendo cinematográfica, remita a esa idea original.

La película se sitúa, como indica su propio título, 28 años después de los sucesos del filme original, y muestran una comunidad que ha sobrevivido levantando muros alrededor, pero también volviendo a una vida casi medieval. Se protegen las murallas con arqueros, se educa a los hombres para la lucha física y el trabajo corporal y a las mujeres para quedarse en las casas. Boyle pone el foco en una familia (cuyos padres interpretan Aaron Taylor-Johnson y Jodie Comer) en el momento en el que el hijo tiene que pasar por ese rito de crecimiento que supone salir fuera y matar un zombi por primera vez, lo que le da la posibilidad a Boyle de hablar también de asuntos como la masculinidad y, en la segunda parte de su historia, la enfermedad y el duelo.

Boyle es consciente que su filme puede ser leído en el contexto actual de múltiples formas, y por eso cuando le preguntan si tenía la matanza en Gaza en su mente cuando la rodó aclara que todavía no había ocurrido nada, pero que entiende que la gente pueda pensar en Palestina, ya que ahora mismo aquel terreno es “la zona cero”. “Uno de los ingredientes del apocalipsis es la zona cero, donde todo se reinicia. Donde el horror lo reinicia todo. Pero no sé cómo pueden reconstruir sus vidas cuando estas están constantemente arrasadas. No pensábamos en Gaza durante el rodaje, pero estoy seguro de que la gente interpretará ciertas cosas”, explica.

No sé cómo pueden reconstruir sus vidas cuando estas están constantemente. No pensábamos en Gaza durante el rodaje, pero seguro que la gente interpretará ciertas cosas

Danny Boyle Cineasta

De hecho, subraya que cree que el público pensará en “el trato hacia los inmigrantes”. Todo ello se debe a que “el terror es un género interesante porque se puede usar para combinarlo con diferentes situaciones que suceden en el mundo”. Recuerda que el recibimiento sobre la película inicial cambió tras el 11 de septiembre. Ya estaban rodando cuando ocurrió, pero aquella tragedia “cambió la naturaleza de nuestra película”. “Pensábamos que estábamos haciendo una película pequeña sobre la furia y resultó ser una película sobre la vulnerabilidad de las ciudades. ¿Puede una ciudad tener miedo? A priori no, es una ciudad, pero después del 11 de septiembre, sintieron que ya no eran inexpugnables”, señala.

Ahora es inevitable que haya afectado todo lo que vivimos en el confinamiento. De sus propias experiencias y del reparto, de los comportamientos de la gente en aquella situación, usaron mucho. Boyle cree que aquel encierro demostró que “al principio uno se asusta mucho y luego se va volviendo cada vez más audaz aunque el peligro siga ahí”. Si eso ocurrió en unos meses, Boyle fantasea con, hasta qué punto, 28 años después uno correría más riesgos, porque “no puedes vivir tu vida con miedo constante”.

Tras lo sucedido en 2020, cree que lo que ocurre en su película “ya no es una ficción especulativa” y eso fue “un beneficio enorme”. También les ayudó a llevar la trama a un nuevo lugar. Si el virus de la COVID mutaba y se creaban nuevas cepas, ¿por qué no podía ocurrir lo mismo con el virus que había infectado a Reino Unido en la película original?

En estos 23 años que han pasado (28 en la ficción), Boyle está de acuerdo en que “el mundo ahora parece más aterrador”, y cree que a ello se debe lo bien que funciona el terror en las salas, siendo “uno de los pocos géneros en los que se puede confiar”. Por eso el género está “lejos de un punto de saturación”. En ese contexto cree que “el virus de la ira” —como se llama su virus en la ficción— ahora define de forma “más precisa” el momento actual en el que “la gente pasa de estar tranquila a la furia en un instante”. “La paciencia de la gente se ha agotado. Los niveles de frustración son instantáneos. Y no recuerdo que esto fuera así en 2002, y por eso creo que el virus de la ira es todavía más relevante si cabe en este momento actual”, apunta.

En su segunda parte, 28 años después se convierte en una reflexión sobre la muerte insertada dentro de un filme donde la muerte tiene un lugar primordial, pero donde no se suele reflexionar sobre ella. Para el director de Slumdog Millionaire “la muerte nos conecta a todos”. “Da igual que sea el hombre más rico del mundo, tu destino es exactamente el mismo, y por eso me gusta que una película de terror aborde el horror máximo de una forma noble”, dice sobre el personaje al que interpreta Liam Neeson, un médico que en medio del apocalipsis “dedica su tiempo a algo que ennoblece a todos los caídos” y que es uno de los elementos más novedosos de un filme que termina abierto a la siguiente entrega y de cuyo resultado en taquilla depende que se apruebe la tercera y, presumiblemente, última película de esta nueva etapa.

Etiquetas
stats