La sopa fría que dio origen al gazpacho y es ideal para junio

Cuando el calor comienza a apretar en los meses de verano, los platos frescos y refrescantes se convierten en los protagonistas de nuestras mesas. Y en España, entre las sopas frías más populares, el ajoblanco es una de las recetas que no solo ha resistido el paso de los siglos, sino que ha ganado adeptos gracias a su frescura, simplicidad y delicioso sabor. Aunque a menudo se le opone al gazpacho o al salmorejo, el ajoblanco tiene una historia y un origen mucho más antiguo, que bien vale la pena conocer.
¿Qué es el ajoblanco?
El ajoblanco es una sopa fría hecha principalmente de pan, almendras, ajo, aceite de oliva, vinagre y sal, lo que la convierte en una opción perfecta para el verano. Su sabor suave y cremoso se debe principalmente a la almendra cruda, que se mezcla con el pan y los demás ingredientes para crear una textura ligera pero consistente. Se sirve fría y, dependiendo de la región, se puede acompañar con trozos de uva o de melón, que aportan un toque refrescante y dulce al plato.
A pesar de su simplicidad, el ajoblanco está lleno de historia, ya que es uno de los platos más antiguos de la gastronomía española. Y lo más interesante es que se considera que fue el origen del gazpacho, la famosa sopa fría de tomates que es tan popular hoy en día.
El origen del ajoblanco: de la antigüedad a la Edad Media
Aunque muchos asocian al ajoblanco con la época musulmana en España, lo cierto es que su historia se remonta aún más atrás. Algunos historiadores rastrean sus orígenes hasta el siglo I d.C., en la Hispania romana, cuando se preparaban sopas similares con pan, vinagre y algunas hierbas aromáticas. El salmorium —una mezcla de pan, ajo, agua y grasa— era una receta muy consumida por los campesinos de la época, quienes lo consideraban un plato sustancioso y nutritivo.
Con la llegada de los musulmanes a la península ibérica en el siglo VIII, las almendras comenzaron a jugar un papel importante en la cocina andalusí, lo que propició una revolución culinaria. La mezcla del salmorium con almendras dio lugar a lo que hoy conocemos como el ajoblanco. Durante este período, los árabes fueron los responsables de introducir el cultivo de almendros en España, lo que convirtió a esta receta en una tradición común en muchas zonas, especialmente en el Mediterráneo.
El ajoblanco y su evolución en la gastronomía española
El ajoblanco ha sufrido una evolución a lo largo de los siglos. Durante la Edad Media, se convirtió en uno de los platos favoritos de los nobles y campesinos, siendo un alimento esencial en las comidas veraniegas. Con el tiempo, la receta fue incorporando diferentes variaciones, dependiendo de la región. En Andalucía, especialmente en la Axarquía malagueña, se perfeccionó hasta convertirse en la versión más común: pan, aceite de oliva, almendras, ajo y vinagre.
Sin embargo, el ajoblanco no se quedó ahí. Cristóbal Colón, al regresar de su viaje a América, trajo consigo nuevos ingredientes como los tomates, que, al ser incorporados a la receta, dieron lugar a otras sopas frías como el gazpacho y el salmorejo. Estos nuevos platos adquirieron más popularidad en todo el país, especialmente en el sur de España, y rápidamente comenzaron a eclipsar al ajoblanco en términos de fama. No obstante, el ajoblanco nunca desapareció y sigue siendo una receta de tradición y orgullo para muchas familias andaluzas.
¿Cómo hacer ajoblanco en casa?
A continuación, te ofrecemos la receta tradicional del ajoblanco, perfecta para estos días de calor:
Ingredientes:
- 150 g de almendras crudas peladas
- 200 g de pan del día anterior
- 1 diente de ajo
- 50 ml de aceite de oliva virgen extra
- 30 ml de vinagre de jerez o al gusto
- Sal al gusto
- Agua fría (aproximadamente 1 litro, pero ajusta según la textura deseada)
- Uvas o melón (opcional, para acompañar)
Instrucciones:
- Preparación de los ingredientes: Coloca las almendras, el pan (remojado previamente en agua) y el ajo en un bol o en un recipiente grande. Agrega un poco de agua y comienza a triturar con una batidora o un mortero, si prefieres hacerlo de forma más tradicional.
- Añadir el aceite y el vinagre: Una vez que los ingredientes estén bien triturados, agrega el aceite de oliva y el vinagre. Continúa batiendo hasta que la mezcla esté completamente integrada y tenga una textura cremosa.
- Ajustar la textura: Añade agua fría poco a poco hasta obtener la consistencia deseada. El ajoblanco debe ser suave y ligero, pero no tan líquido como un gazpacho.
- Refrigeración: Una vez listo, refrigera el ajoblanco durante al menos una hora para que esté bien fresco.
- Servir: Sirve el ajoblanco en cuencos individuales y acompáñalo con uvas o trozos de melón si lo deseas. Estos toques dulces contrastan maravillosamente con la frescura y cremosidad del plato.
El ajoblanco: un clásico que nunca pasa de moda
El ajoblanco, con su sabor suave y refrescante, es un plato ideal para los días de verano. No solo es fácil de preparar, sino que también es una opción saludable y nutritiva, perfecta para mantenernos frescos y satisfechos durante los calurosos días de junio y julio.
Su evolución a lo largo de los siglos y su profunda conexión con la historia culinaria de España lo convierten en un plato que no solo sacia el hambre, sino que también nos conecta con el pasado y con las tradiciones gastronómicas que siguen vivas en nuestros días.
Así que, ¿por qué no disfrutar de una buena sopa fría este verano? El ajoblanco, con su toque de historia y frescura, te espera en tu mesa.
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