El día de gloria de Anelio Rodríguez Concepción

Anelio Rodríguez Concepción.

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Anelio y su mujer vivieron un tiempo en Gran Canaria, como profesores de secundaria. En aquella época iba a los partidos de la U.D. Las Palmas y escribía buenos artículos en el periódico La Provincia. Siempre dijo que Las Palmas de era su ciudad, es frecuente la atracción entre palmeros y grancanarios. Y el poeta y profesor Eugenio Padorno quiso que él se quedara en la isla, pues le habría sido fácil incorporarse a la universidad local, que por entonces daba sus primeros pasos. Hoy podría haber sido catedrático de la ULPGC pero él quiso volver a La Palma, y lo hizo bien porque desde entonces ha sido un divulgador, un pedagogo, un narrador y un embajador comprometido con su tierra, con excelentes libros de cuentos y relatos, con títulos magistrales como Historia ilustrada del mundo, o Historia de Mr. Sabas, domador de leones a quien unos guardias le mataron su león, y su admirable familia del Circo Toti, el desfile de los personajes que intervenían en el espectáculo, el rescate de las historias de sus artistas que vienen desde los años 30 y que constituyen una tropilla genial. Ha sido cronista del pasado en La tradición insular del tabaco, ha ganado concursos de cuentos, y sobre todo ha ejercido siempre la docencia con vocación y una gran capacidad de comunicación con sus alumnos. Su título de Hijo Predilecto, que yo mismo anticipé cuando me otorgaron el mío en 2010, es, según sus palabras, la mayor distinción que podría recibir. Por eso hubo una tarde de fiesta en la capital palmera, con el Circo de Marte lleno a reventar.

Anelio es hombre mesurado y tiene una prosa que parece cincelada palabra a palabra, tan exhaustiva que se ha permitido elaborar la maravillosa crónica del domador al que le mataron el león, libro que por cierto he leído en estos días para sentir el gusto de esa narrativa que refleja los usos y costumbres de una época. El conjunto deslumbra, con tales peripecias la historia está salpicada de humor negro. Anelio también ha sido pintor y poeta, siempre recuerdo los versos dedicados a su padre, y en especial aquellos que hablan de la almohada que utilizaba, donde dejaba su entrañable olor. Un homenaje a la infancia que le tocó vivir. Igual que toda la remembranza de la industria del tabaco en la isla, cuando era frecuente leer historias mientras los trabajadores elaboraban las famosas marcas palmeras. Y a él mismo le tocó ser lector.

Anelio o la coherencia, la pulcritud, el respeto. Su homenaje fue casi desmesurado, con tantas intervenciones, con tanta unanimidad. Con el empuje de Esther, Anelio ha conseguido volar hacia altas cimas. Pero aún queda mucho más por delante. Porque él es muy constante y por eso escribe con tal esmero, acaricia sus proyectos durante largo tiempo, no improvisa sino que va construyendo sus historias con paciencia y rigor. Con estrecha conexión con José Pérez Vidal, supo aprovechar tantas cosas de tan venerable maestro.

Hemos admirado el trabajo de Anelio desde sus primeros tiempos, aquellos Cuentos de La Habana, aquella novela La abuela de Caperucita, donde construyó con tanta habilidad el lenguaje madrileño. Hace honor a su tierra natal, escarbando en ella se potencia y agiganta. Bebe en el bosque y el volcán, su tono se hace atractivo cuando explica algún tema en público, son célebres sus entrevistas a personajes de la cultura nacional que vienen a la isla. El se ha erguido como embajador ante el mundo, a lo cual ayudado sin duda su madrina literaria Elsa López. Y ha practicado aquel consejo de Cesare Pavese: conoce tu aldea y conocerás el universo. Pues lo local encierra lo universal, y La Palma es una isla con tanto pasado y tantas tradiciones que lo que puede surgir de ella es admirable. No en vano fue un lugar adelantado a su tiempo: primer ayuntamiento democrático, temprana llegada de la luz eléctrica, impresionante movimiento periodístico, auge de la masonería, intensa emigración americana. De todo eso viene el talento de Anelio.

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