Nadie al manillar

Quien lo prueba lo sabe: moverse en bicicleta aporta felicidad. Puede parecer una idealización de los gustos personales, una ñoñez más, pero no lo es. La bicicleta es la manera más asequible de experimentar la máxima sensación de libertad para el ser humano: volar. Al usarla habitualmente, la bici muta de ser un medio a convertirse en una extensión de nuestras propias extremidades. Tal vez por eso dicen que montar en bici nunca se olvida, porque es un gesto natural, inherente al ser humano desde que es capaz de alcanzar el equilibrio suficiente para avanzar sin la tutela paternal y echar a volar solo.

El velocípedo es más viejo que la conciencia medioambiental y, sin embargo, en la era de la tecnologización no se ha inventado todavía nada más sostenible que eso. Lo defiende Europa en su 'Declaración sobre el uso de la bicicleta': “Reconoce el uso de la bicicleta como una de las formas de transporte y ocio más sostenibles, accesibles e inclusivas, de bajo coste y saludables, y reconoce asimismo que tiene una importancia clave para la sociedad y la economía europeas”. “El uso de la bicicleta mejora la inclusión social y contribuye a la salud física y mental de las personas, así como a su bienestar”, añade

Pero dentro de esa Europa ciclista, en una aldea ibérica, la cuarta de Hispania, fundada por los romanos, sus gobernantes se resisten a sucumbir a los encantos de moverse a pedales. Al sindiós de carriles bici -de doble sentido, de uno único, por encima de la acera, por la calzada, entre ésta y los coches aparcados, los que se extinguen…-, se suman las políticas que desincentivan su uso.

Hace unos meses el gobierno municipal decidió que la seguridad al manillar la daba tener un seguro de responsabilidad civil. Seguro que, por cierto, tenían una amplia cantidad de ciclistas gracias a la cobertura del seguro del hogar. Hacerlo obligatorio en una normativa municipal implicaba directamente que esa protección desde el del hogar quedaba invalidada. Te cubría si no era obligatorio; al hacerlo, las compañías te obligaban a contratar uno específico. Se generó un problema donde no lo había. Ya en 2023 el Tribunal de Justicia de la Unión Europea dictaminó que ni siquiera las bicis eléctricas se consideran un vehículo que tenga la obligatoriedad de tener un seguro de responsabilidad civil.

Esta semana, debido a una iniciativa surgida desde el colectivo ciclista en la tramitación de una ley sobre seguros, el Congreso deja sin efecto esa ordenanza, que, por cierto, está recurrida en el TSJA por colectivos ciclistas. La respuesta del Ayuntamiento: que la normativa no refleja exactamente la obligatoriedad, sino dice algo así como que se “dispondrá de” un seguro. La decisión que en su día parecía un error hoy se torna con esa respuesta en una tomadura de pelo a los ciudadanos que han cambiado sus pólizas del seguro para nada.

Fomentar el uso de la bicicleta debería estar en el centro de las políticas municipales y más en una ciudad que por su orografía es un paraíso ciclista. Es crucial promover el uso de todas las bicicletas, no solo las de pago, no solo las que son idea mía, no solo con las que me hago la foto un día. Necesitamos aumentar la seguridad del ciclista, sí, pero con coherencia en las infraestructuras, y de las propias bicicletas con plazas de aparcamiento seguras y protegidas. Viajar por Europa y ver cómo la bici es una extensión humana y convivir sin problema con los peatones es como vivir un sueño; quizá es mucho aspirar a eso, pero sí a que nos dejen pedalear tranquilos.