En otro artículo probé que el Partido Popular ha utilizado las Comunidades Autónomas donde gobierna para desgastar al gobierno del Estado con el entorpecimiento administrativo y el abandono de las competencias propias. En este veremos cómo se ha metaforizado ese abandono a su favor; les advierto: voy a elogiar al PP.
Fue en los años 90 cuando los presidentes autonómicos empezaron a tener poder. Se empezó a hablar de “barones” para designar el nuevo status quo político de España, pues la descentralización del Estado trajo como consecuencia que las antiguas “regiones” dejaran de ser meras administraciones para adoptar un papel relevante en la política. El señor que gobernaba una comunidad autónoma obtenía... digamos, una cuota de poder derivada de tramitar el bienestar propiamente dicho de ese “Estado del Bienestar” (sanidad, enseñanza, dependencia, ayudas empresariales...) y lógicamente estas cuotas se usaban para presionar al gobierno, a Europa y al partido (el que fuera). Así se obtenían mayores presupuestos o una nueva ración de competencias, lo que, a su vez, daba más votos. Es lo justo: a un Estado descentralizado, corresponde un poder repartido, esa es su virtud. Por aquí, bien. Con el tiempo y sus reivindicaciones (el “agua para todos” de Murcia, los “devuélveme mis millones” de Andalucía), las CCAA empezaban a simbolizar cosas, importaban en Madrid.
Y es aquí donde aparece el Partido Popular con una estrategia curiosa, novedosa y muy bien realizada, sobre todo a partir de la pandemia: por un lado dejan de gestionar (el abandono de lo público que hemos mencionado al comienzo) y pasan las semanas reunidos en Madrid, ‘rajando’ contra el presidente Pedro Sánchez. A veces es un mitin, otras una manifestación, a veces es una simple comida de cargos públicos, otra es alguna efeméride como FITUR. Poco a poco la metáfora del poder/nación empieza a desplazarse.
¿Por qué razón? Seguramente porque la pandemia obligó al gobierno de la nación a realizar un esfuerzo gestor mayor que en ninguna otra ocasión, dejando en segundo plano los actos de representación que, además, eran sistemáticamente “reventados” (importante: si un acto solemne es abucheado o interrumpido deja de ser solemne). Se produce así, entre los años 21 y 25 un desplazamiento de las metáforas: ahora el Estado es percibido como un administrador, mientras que los administradores/presidentes autonómicos son percibidos como (símbolos de) España. Les vemos todos los días en Madrid rodeados de banderas y —ellos sí— silencio, pompa y circunstancia. Y así poco a poco la opinión pública va desplazando el símbolo: a los gobiernos de CCAA no se les exige que cumplan con su trabajo, administrando nuestra sanidad, educación, transporte, salubridad del territorio, sanciones, ayudas, alquileres..., no se les exige gestionar lo social, la dependencia, los hospitales, el estado de escuelas y aceras, etc... Se les admira por putodefender España.
Y aquí está el truco: ahora la gente cree que la culpa de que sus vidas vayan mal es del Estado: del Perro. Se creen que no administra bien el bienestar que necesitamos y no soportan que represente a España en Europa, en China, en el Ejército, en la Defensa, en los actos simbólicos. La metáfora se ha desplazado: para la gente común, ahora los barones autonómicos son España y el gobierno estatal es un simple gestor que no me soluciona la vida.
Felicito al Partido Popular por esta maravillosa creación, estas nuevas metáforas. Sin duda ha tenido 2 grandes aliados: los medios de comunicación pagados (por ejemplo, 300.000 euros de Ayuso a OKDiario solo en 2021, y la ignorancia de nuestras vecinas y vecinos que carecen de las herramientas para saber quién administra qué en el mundo de hoy (véase el caso de la Dana de Valencia). Y de esto último tenemos la culpa todas.
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