Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Eurosión

Uno ve cadavéricas imágenes de niños palestinos desnutridos y piensa lo parecidos que son a los esqueletos vivientes que los ejércitos aliados contra la Alemania de Hitler consiguieron liberar de los campos nazis de exterminio. Y no puede evitar la idea de que esos niños palestinos son los herederos del holocausto judío; que ahora se repite, patrocinado por el supuesto Estado democrático de Israel. Una idea que se fortalece ante el espectáculo dantesco de los bombardeos diarios de hospitales, escuelas, campos de refugiados y asesinatos diarios de civiles en Gaza (15.000 niños entre ellos); y, como culminación, el cerco por hambre de la población gazatí. Y al servicio, además, de un proyecto inmobiliario de bienestar turístico (el anunciado por Trump). Un proyecto que, a su vez, exige la extinción como pueblo de los habitantes de la zona.
Todo esto se ha hecho ya tan evidente, que no es posible evitar un creciente malestar en la esfera internacional, llegando incluso a poner en crisis las amplias tragaderas de la Europa comunitaria con respecto a los desmanes cometidos en por el Estado hebreo. No me extrañaría nada que, dada su trayectoria, Netanyahu acabara convirtiéndose en un personaje incómodo con el que ningún país decente quiera hacer tratos.
No es casual, por eso, que, además de colonizar a las bravas Gaza y Cisjordania, el Gobierno de Israel se lance a la colonización mental de Europa, tratando de hacer de algo tan emblemáticamente europeo como el Festival de Eurovisión una plataforma de justificación de sus políticas de exterminio. Con el aval de la UER (Unión Europea de Radiodifusión), que ha permitido que Israel pudiera participar en el certamen, ignorando cualquier tipo de objeción ética. Como si las razones por las que se excluyó a Rusia del Festival, tras la invasión de Ucrania, no rigieran para los crímenes de lesa humanidad cometidos por el Estado hebreo.
Por mucho que Europa trate de olvidar el totalitarismo israelí, éste último no se olvida de Europa
Muy al contrario, con Israel haciendo lo que hace, hay directrices que “prohíben las declaraciones políticas que puedan comprometer la neutralidad del concurso”, porque, según la UER, “las cifras de víctimas no tienen cabida en un programa de entretenimiento apolítico”. Con tales criterios, el espectáculo del Festival va adquiriendo de año en año los tintes de un campo de concentración. Todavía de cinco estrellas, aunque hay margen para que vaya degenerando. De momento, no hay hostigamiento a los espectadores, si se comportan como Israel manda. Y hasta pueden exteriorizar ruidosamente sus júbilos nacionales, siempre que sus gritos no hagan alusiones “políticas” al genocidio del pueblo palestino; con los acosos, molestias, bofetadas y expulsiones que tales audacias pueden conllevar.
Porque allí donde Israel impone sus normas, la libertad de expresión desaparece. Y todo parece indicar que el Gobierno de Netanyahu muestra un empeño especial por hacer del espacio televisivo europeo su cabaret particular, para legitimar lo que no tiene legitimación alguna. Un cabaret como el de la película de Bob Fosse, donde el público trata de evadirse de la violencia callejera de los nazis. Recordemos su final. El maestro de ceremonias del espectáculo que ofrece el local, trata de tranquilizar a los asistentes. Y les dice: “¿Dónde están ahora sus problemas. Aquí no tenemos problemas”. Y, mientras lo iba diciendo, la cámara mostraba, ya sin tapujos, la presencia entre el público de un número considerable de camisas pardas, exhibiendo con toda naturalidad sus cruces gamadas.
Dicho de otra forma: por mucho que Europa trate de olvidar el totalitarismo israelí, éste último no se olvida de Europa. Se ha filtrado incluso en nuestras más arraigadas burbujas de entretenimiento. Con el apoyo entusiástico de la extrema derecha, como es de sobra conocido. El Estado teocrático de Israel (su extraña democracia bíblica) no va a parar en su escalada genocida. Y hay que pararlo.
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