Espacio de opinión de Canarias Ahora
Recuperar el poder, cueste lo que le cueste a la democracia
No me refiero al PP, actor titeresco en toda esta ofensiva. Me refiero a los que están detrás y la sponsorizan. Prestigiosos historiadores como Preston (La destrucción de la democracia en España) o Antonio Domínguez Ortiz (España: tres milenios de Historia) han subrayado el “accidentalismo” del conservadurismo español respecto a la libertad y a la democracia, supeditándolas “a los intereses de la Religión y de la Patria”. Intereses cuya interpretación exclusiva corresponde, naturalmente, a la propia derecha. Tan naturalmente como les pertenece el derecho a gobernar. A título de herencia.
Y la pregunta que me hago y me desasosiega es: si están dispuestos a derrocar al Gobierno al precio que sea, ¿a qué no estarán dispuestos, si lo logran, para no volverlo a perder “más nunca”? ¿Y si volvieran a la oposición -es un suponer- reorganizarían de inmediato una nueva cruzada con toda la misma caterva procedente de ámbitos empresariales, luego mediáticos (como diría Ignacio Escolar), y los hurtados, peinados, garcíacastellones de turno…para procesar o archivar, condenar o absolver según de quiénes se trate.
Porque, aquí, o gobierna la derecha o se trata de hacer España ingobernable y la democracia impracticable.
Feijóo tiene el cinismo de convocar -y ya es la sexta- manifestación contra Pedro Sánchez bajo el lema “Mafia o democracia”. Él, el amigo de yate y vacaciones de Marcial Dorado, capo del narcotráfico gallego. Y ya están en primera fila Rajoy, bajo cuyo Gobierno se creó y se financió con dinero público la Policía Patriótica para perseguir a sus adversarios políticos y a los independentistas. Y para destruir las pruebas de los casos de corrupción que les ahogaban. Y Aznar, el que embarcó a España en una guerra ilegal, cuya consecuencia “a la larga” (que diría Esperanza Aguirre) fue el atentado de la Estación de Atocha. Sí, Aznar el cowboy del Pacto de la Azores. El que actuó con una conducta perfectamente encuadrable en uno de los más graves delitos contra la seguridad de los españoles previsto en el Código Penal. No voy a seguir mencionando a los protagonistas estelares de esta puesta en escena. Ni siquiera a Ayuso o a su precursora, la marquesa y ahora apologista de un régimen asesino… Porque en realidad son sólo actores que hacen de marionetas, de “gorgoritos” -como decimos en Canarias- de la voz y el guión que les dictan otros.
Esos otros poderes. Que han encargado la representación de sus intereses en las instituciones al elenco de dirigentes de la derecha más mediocre desde el arranque de La Transición. Es esa mediocridad la que les hace, aún, más lacayos de sus patrocinadores y más peligrosos para los derechos y libertades de los ciudadanos: de Feijóo a Ayuso, pasando por Mazón. Con lugartenientes como el tal Tellado, que es pa’salir por patas.
Grandes intereses que aspiran insaciablemente a concentrar en sus manos no sólo el poder económico -y los resortes de influencia que les permite ejercer en todos los órdenes de la vida social y de la política- sino también el poder del Estado. La democracia española presenta déficits muy serios en el plano del pluralismo informativo, esencial para la formación de una opinión pública libre, premisa esencial de la democracia, hasta el punto de que el Gobierno legítimo, arrinconado, parecería representar una minoría insignificante a la vista del pan nuestro mediático de cada día.
¿Se imaginan, sin adentrarnos en otros ámbitos como el de gran parte de la cúpula de la estructura judicial, celosa y discrecionalmente diseñada por un Consejo General secuestrado por el PP durante largos años, lo que serán capaces de hacer con todo el poder, también el del Estado, acumulado en sus manos para no perderlo?
La esencia del liberalismo político, en cuya tradición y principios bebe la Constitución de 1978, consiste en la distribución del poder; en la existencia de mecanismos, jurídicamente garantizados, de contrapesos, de checks and balances, para que “el poder frene al poder”. Sin la existencia y operatividad efectiva de esos principios la libertad queda sofocada.
Pues no hay precio que no estén dispuestos a cobrarle a la sociedad española, a su democracia y a su convivencia. Porque no son esos poderes fácticos quienes lo pagarán, sino los jóvenes y los españolitos que vengan al mundo (les guarde Dios). Y tanto más dispuestos a cargarse hasta la democracia cuanto más embravuconados están por un escenario internacional, en el que el capitalismo global desprecia la democracia y el Estado de Derecho. No quiero ni pensar hasta dónde pueda llegar la versión typical spanish de esta oleada autoritaria de alcance planetario.
Eso: desazón y miedo. Sobre todo miedo. Miedo del anciano, al que hace exactamente 50 años procesó el siniestro Tribunal de Orden Público de la Dictadura, por lo que todo esto pueda depararles a las nuevas generaciones. Y miedo de abuelo por mis nietos.
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