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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Pedro Sánchez tiene que dar un giro de ciento ochenta grados

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

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La corrupción que apunta el informe de la UCO que, de momento, afecta fundamentalmente al secretario de organización del PSOE, no es solo el problema de una persona, es un tremendo problema político. No es que crea que la corrupción está extendida por todo el partido, que éste se financiase con las comisiones cobradas o que el secretario general tuviese conocimiento de la indecencia del secretario de organización -parece que el dúo Cerdán-Koldo empezó a funcionar en Navarra hace diez años y luego engancharon a Ábalos- pero es un duro golpe para un Gobierno incapaz de salir del rincón en que lo ha situado la derecha, ayudada por poderes fácticos de distintos estamentos.

Pedro Sánchez ha reaccionado cesando de todos los cargos a Santos Cerdán, pidiendo perdón y anunciando una auditoría externa en su partido, así como cambios en la Comisión Ejecutiva. No creo que esto sea suficiente, los errores en la elección de personas para puestos de responsabilidad -no es solo utilizar al partido para enriquecerse, los comentarios de Ábalos y Koldo sobre las mujeres son vomitivos- y la ausencia de elementos de control interno para detectar estos casos, requieren cambios más profundos, empezando por ser más exigente en la composición de las listas electorales. No todo vale para conseguir concejales, como se puede ver en el caso de Leire Díez.

En la rueda de prensa, el presidente Sánchez separó el caso Cerdán del funcionamiento del Gobierno. En parte tiene razón, un caso de corrupción en un partido no tiene por qué afectar al Gobierno, ni a su estabilidad ni a su política, pero es difícil separar los problemas del partido que dirige el presidente del funcionamiento del Ejecutivo, más, como en este caso, cuando el PSOE no pasa por su mejor momento de credibilidad, incluida la de Pedro Sánchez, entre cuyas virtudes no está la de saber valorar a las personas en las que pone su confianza.

Tampoco ayuda nada a clarificar las cosas la estrategia de comunicación del partido: ni quienes lo defienden -ministros y ministras- ni la manera en que lo hacen -recitando un argumentario lleno de tópicos y lugares comunes-. Por mucho que repitan el mantra: “Hemos actuado con rapidez y contundencia”, por mucho que recurran al “y tú más”, no van a convencernos de que el problema está resuelto.

Aunque pretenda obviarlo, Pedro Sánchez tiene dos problemas, relacionados entre sí y difíciles de resolver, para los que tiene que encontrar soluciones con urgencia. Todo esto sin saber -espero- hasta donde llegan los tentáculos de la corrupción, algo que, sin duda, se conocerá conforme vaya avanzando la investigación. Esto es lo primero que tiene que hacer Sánchez, valorar la penetración de las practicas chantajistas y si de ellas se ha beneficiado la organización. Si es así, a Sánchez no le queda otro remedio que dimitir como secretario general y convocar elecciones.

Aun en el mejor de los casos, la continuidad del Gobierno es bastante complicada. Va a depender de que Sánchez sea capaz:

1- De demostrar, sin lugar a ninguna duda razonable, que están acotados, y en vías de solución, los problemas derivados de las actividades de Cerdán.

2- De impulsar, con medidas y calendario concretos, una reforma en profundidad de la vida interna del partido, desde el funcionamiento de las agrupaciones, hasta los del Comité y Ejecutiva Federal, pasando por incrementar el grado de exigencia en la elaboración de las listas. También sería necesario articular procesos de formación en los que se haga hincapié en la importancia -y obligación- del compromiso ético en la política.

3- De presentar una moción de confianza negociada con los apoyos de legislatura que incluya: la presentación de presupuestos para 2026; agilizar en lo posible, dada la correlación de fuerzas en el Congreso, la agenda social, especialmente en lo relacionado con la vivienda; incrementar la transparencia de los actos administrativos -entre ellos las adjudicaciones de obra pública- e impulsar la democratización de las instituciones -Poder Judicial, Comisiones de Control, niveles superiores de las Administraciones Públicas...

La última condición, para que el gobierno de coalición siga siendo útil para la mayoría, es que en la negociación de la moción de confianza no se acepte ningún tipo de chantajes. Si para gobernar hay que ser prisionero de intereses partidistas maximalistas, es mejor dejar de hacerlo.

Además, es imprescindible un cambio de los partidos progresistas en su estrategia de comunicación. Atender las necesidades de la gente es necesario, pero no suficiente, sin un discurso capaz de generar cierta ilusión sobre el futuro no se gana la confianza de la ciudadanía.

Pedro Sánchez puede tener la tentación de modificar pequeñas cosas y seguir adelante, argumentando que la alternativa, un Gobierno PP-Vox, es mucho peor y que, en estos momentos, España necesita estabilidad; sería un grave error. Es cierto que la alternativa sería peor, sufriríamos una involución en los avances sociales y de derechos que hemos tenido con los Gobiernos de coalición y el protagonismo de nuestro país en la escena internacional retrocedería considerablemente, pero no tomar las medidas oportunas supondría una quiebra en el grupo de apoyo a la investidura, una sangría permanente para el Gobierno y sus apoyos y un descrédito para la izquierda.

Si Pedro Sánchez no es capaz de superar una moción de confianza, tampoco tendría el Gobierno los apoyos parlamentarios necesarios para aprobar presupuestos ni leyes verdaderamente reformistas. ¿Para qué queremos un Gobierno así? El resultado sería peor que la perdida de la moción, en las siguientes elecciones -y no creo que durase mucho el Gobierno- ganaría de largo el PP, con una izquierda desacreditada, más debilitada y desunida todavía y sin capacidad de respuesta ante la contrarreforma de las derechas.

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